2017-05-06 Rescatando Lo Nuestro: La Cruz De Los Milagros
Cruz de Josefa Lafuente Doña Pepa
Era el tiempo cuando España conquistaba América. En el norte florecía la riqueza. En el Sur de América maduraba la bravura. El indio del sur no se entregaba a los conquistadores sin pelear. El adelantado Don Juan Torres de Vera y Aragón ancló sus cuatros barcos y aseguró sus balsas en la punta Arasaty, allí donde el rio Paraná encuentra su camino hacia el mar; eligió en la planicie un lugar propicio y levantó en él un rustico fortín, y cómo buen católico hizo construir una cruz de Urunday que plantó fuera de de la palizada como un centinela que protegiera con su influencia poderosa a la naciente población; así llegó la mañana del 9 de abril de 1588, cuando rompió el silencio un alarido salvaje, y una lluvia de flechas se clavó en las techumbres, sonaron los arcabuces en respuestas y empezó el asedio, valiente era el Español, no lo era menos el indio, uno era inteligente y el otro astuto. Los indios no cejaron y volvieron al ataque una y otra vez, pero inútil fue su intento, la ciudadela permaneció sin rendirse. Decidieron quemar la cruz, pero grande fue el asombro del indio cuando se dio cuenta que las llamas no podían vencer el signo católico, atónitos frente a ese poder natural que resistía al fuego los indios dispusieron su agresividad y los caciques se rindieron. Desde entonces, la cruz es venerada como milagrosa y son muchos los hechos sobrenaturales que se le atribuyeron en esta y en otras regiones del nuevo mundo. Con esto quiero recordar a mi abuela Josefa Lafuente, (Doña Pepa), quién veneraba a la santísima Cruz de los Milagros, y en su altar particular existe una cruz de madera heredada de sus antepasados en su domicilio de la calle sargento Cabral y Dr. Ribas. Cada año en vísperas del 3 de mayo y como costumbre se comenzaba con la tradicional novena, y el día de la cruz con el rosario de la aurora, luego el almuerzo fruto de donaciones de los promeseros, en horas de la tarde se continuaba con la procesión por las calles del barrio que alcanzaba hasta dos cuadras de fieles quienes enarbolaban gran cantidad de banderas y cintas celestes, luego se continuaba con el baile hasta altas horas de la noche, y el incesante desfile de promeseros que visitaban el altar agradeciendo los favores recibidos. En la actualidad, solamente se cumple con la tradicional novena.