El sable corvo que acompañó al general San Martín durante toda la campaña libertadora, fue adquirido por el libertador en Londres, a fines de 1811, poco después de su arribo desde Cádiz, donde se había embarcado secretamente dispuesto a viajar a América para iniciar la campaña libertadora.
Es un arma de líneas sencilla, desprovistos de las incrustaciones de piedras preciosas y adornos de oro que era característico en las armas de los militares de la época. Hombre de guerra como era, que había realizado una extensa campaña militar en Europa, llegó a la conclusión que el sable corvo era el más práctico para la caballería y por eso hizo la elección del corvo, que después sería el arma distintiva de su regimiento.
Este sable lo acompañó durante toda su epopeya americana, la estrenó en el combate de San Lorenzo y la guardo definitivamente después de la entrevista de Guayaquil. En la cláusula tercera de su testamento estableció: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de América del Sur, le será entregado al general de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la forma en que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
A su vez, legó en su testamento a Juan Nemopuceno, a cuya muerte, una cláusula testamentaria, pasaría a su esposa, y a la muerte de ésta, a sus hijos, por escala de mayor edad”. Finalmente Manuelita Rosas de Terrero, informó que la familia había donado el sable a la República Argentina. Ellos vivían en Londres, en donde el sable colocado en una caja especial, fue embarcado en el vapor “Danube”, desde la cual fue trasladado a la corbeta “La Argentina” llegando a Buenos Aires el 4 de marzo de 1897.
Por un decreto fechado el día anterior a la llegada, el sable fue destinado por el Gobierno Nacional al Museo Histórico, de donde en 1963 fue sustraído por desconocidos.
El 28 de agosto de 1963, en horas de la mañana, se presentó al cuartel del Regimiento 10 de Tiradores de Caballería Blindada Húsares de Pueyrredón, el ex. Capitán Adolfo César Phillippeaux quien lo restituyo al Ejercito Nacional depositándolo simbólicamente en manos del jefe de la citada unidad, y el 17 de agosto de 1964 el sable fue devuelto al Museo Histórico Nacional en cumplimiento de una orden judicial.
Finalmente el decreto Nº 8756 del 21 de noviembre de 1967 establece que el sable debe quedar en custodia en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Por lo tanto, en la actualidad el sable corvo se encuentra depositado en el regimiento creado por San Martín.