2010-02-09 Rescatando Lo Nuestro: Aterrizaje Forzoso En La Laguna Del Iberá En El Año 1919
La laguna del Iberá es una de las Reservas de agua dulce y refugios de vida silvestre de mayor importancia del mundo, tiene una extensión de 1.400.000 hectáreas. Es el segundo humedal más grande de Sudamérica: antiguos cauces, o lechos abandonados del río Paraná formaron, con el paso del tiempo, esta independiente y compleja red de humedales compuesta por bañados, esteros, lagunas, embalsados y cursos de origen pluvial. Los esteros de este sistema conforman un depósito de agua dulce con una profundidad que varía entre uno y tres metros, cubiertos por dos tipos de plantas acuáticas: las que surgen desde el fondo formando pastizales en los bordes costeros o las formaciones flotantes que tapan la superficie del agua como los camalotes y embalsados. Estos últimos, en algunos casos, toman un espesor considerable.
Pero también esta maravilla de la naturaleza encierra sus propios misterios y leyendas, contadas por sus auténticos pobladores, los mismos se van transmitiendo con el paso del tiempo a las nuevas generaciones, como es costumbre del correntino.
Rescato a la memoria un artículo del diario El Liberal de nuestra provincia del año1919, sobre un hecho ocurrido en los esteros del Iberá, en ocasión en que un avión realizó un aterrizaje forzoso, piloteado por Vicente Amado Almonacid, uno de los pioneros de la aviación argentina, quien fue protagonista de un hecho curioso en el lugar.
Había iniciado el viaje, el día 26 de diciembre, a las seis de la mañana desde El Palomar. Su avión era un Caproni, marca Italiana de 300 HP, y que volaba a una velocidad crucero de 120 Km. Por hora. Su primera escala fue Itaquí, frente a la localidad de Alvear, donde se alojaba y recargaba sus tanques, más precisamente en la estancia de un amigo riograndense, el Sr. Fagundes.
Su meta era conocer el Iberá. Por tal motivo, al día siguiente, levanta vuelo apuntando a Los Tres Cerros, un paraje correntino que se perfila por sus cuchillas, y a partir de allí describe minuciosamente el aspecto de los ríos Aguapé, las lagunas y un paisaje característico, que coincide con las observaciones sobre ese lugar. Es decir que no hay alteraciones en su descripción, más aún, es una verdadera fotografía del lugar. Decide aterrizar en un pastizal adecuado, y lo hace sin problema, dedicándose a recorrer ese sitio con su acompañante y copiloto, para después decolar nuevamente rumbo a Corrientes. Una gruesa curiyú que se enrosca en la rueda de su avioneta, le impide arrancar y deben acribillarla a tiros, ante la imposibilidad de retirarla.
El avión intenta levantar vuelo, pero lo hace sin fuerza y no consigue elevarse, hasta que de pronto impacta en un inmenso tacurú (Montículo de Tierra) al que destruye, esto motiva su nuevo aterrizaje. Almonacid y su mecánico descienden para verificar qué desperfecto sufrió su avión, y qué fallaba en ese motor.
Luego de dejar todo el aspecto mecánico en orden, deciden ver al supuesto tacurú en el que impactaron, y con gran sorpresa descubren que en realidad se trataba de una especie de gruta de barro, que indicaba el acceso a una larga escalera en perfecto estado, y siguiéndolo llegan a una puerta de madera, ingresando en un amplio recinto con un aljibe, repleto de oro y joyas.
Absortos por ese descubrimiento, son sorprendidos por un grupo de indios, quienes les expresan pertenecer a los Caracarás, ataviados con un vestuario similar a las cabilas bereberes del norte africano. Pueden dialogar con ellos, pues hablan un castellano antiguo. Los indígenas les cuentan que están confinados allí desde la expulsión de los Jesuitas, siendo el contenido del aljibe, el tesoro que dejaron los misioneros en su expulsión en 1768. Almonacid introduce su brazo y hasta donde le alcanzan los dedos, verifica que se trata de monedas.
El cacique Caracará le informa que a partir de ese momento están prisioneros en esa isla, de la que no podrán salir, al carecer de canoas o embarcaciones, permaneciendo controlados por ellos.
Almonacid toma algunas monedas de oro, con la cara de Carlos V en una de sus caras y guarda silencio para no ser descubierto. Días después logran escapar de ese recinto, suben la escalera rápidamente dirigiéndose al avión, levantan vuelo y se alejan de sus captores.
Tendrán un aterrizaje forzoso en un campo cercano a la laguna Pampín, cuyo encargado es el Sr. Juan Cabral, quién envía un mensaje al diario “El Liberal” (él más importante de Corrientes) por medio de un “paisano – Chasqui”.
La carta del Sr. Cabral dice textualmente “…El valiente aviador argentino, capitán Almonacid, viose obligado a aterrizar por falta de nafta. Lo hospedé en mi casa. Mando mi auto en busca de combustible, para que puedan seguir su vuelo enseguida, y comunicarles por si quieren venir en mi auto, a fin de que puedan entrevistarse con el célebre aviador”.
Sin hacerse esperar, el periodista parte hacia el lugar. El auto “Mercedes”, devoraba el camino a razón de 80km por hora, eran las 3, 45hs. de la madrugada…
El periodista es quién le lleva los bidones de combustible, al arribar al lugar entrevista al Sr. Almonacid quién le relata la experiencia vivida. El cronista quiere conocer más datos de este hombre, pues le interesa mucho su historia. Pero una vez que cargan la nafta, Almonacid y su ayudante mecánico, prueban el motor y levantan vuelo.
El artículo del prestigioso diario del año 1919, concluye diciendo que esta historia “…termina siendo un puntito que se aleja en el cielo correntino”.